La isla de Taiwán, hoy un país soberano e independiente, es reclamada por Beijing por similares razones por las que Moscú pretende tener injerencia sobre Ucrania.
Maniobras militares rusas en la región de Sverdlovsk, en los urales, en Rusia.
Luego de varios días de encuentros diplomáticos, la situación en Ucrania pareciera no encontrar un punto claro de equilibrio.
Mientras las más de 100.000 tropas rusas esperan a las fronteras del país más grande de Europa, las intenciones de Vladimir Putin aún no quedan claras. Aunque el presidente ruso ha comentado en el pasado los lazos históricos que unen a ambos países, así como sus sentimientos de añoranza sobre la Unión Soviética, los altos costos militares de avanzar e intentar mantener una ocupación sobre el territorio ucraniano, así como las sanciones internacionales que podría sufrir, podrían resultar freno suficiente a sus ambiciones.
Soldados ucranianos participan en un ejercicio para usar misiles antitanque .
Hasta qué punto estaría dispuesto Occidente a responder en defensa de Ucrania
i bien varios miembros de la OTAN ya han enviado cuantiosos préstamos y equipos de defensa al territorio, mucho menos clara es la disposición a enviar tropas o a imponer sanciones excesivas.
Mientras que en Washington el consenso bipartidario para poner freno a las posibles ambiciones de Rusia es fuerte, no sucede lo mismo con los países al otro lado del atlántico.
Los aliados europeos (destacándose entre ellos el caso alemán) han sido mucho más cautelosos. Occidente está unido en la indignación, pero no representa un frente unido en términos de respuestas.
La postura de China ante el conflicto en Ucrania
Mientras tanto, el liderazgo chino sigue de cerca la situación. Aunque no mantiene intereses directos en la región, no resulta un tema periférico para su política exterior. El desenlace de la crisis ucraniana podría tener impactos geopolíticos mucho más allá de sus fronteras.
En paralelo a sus lazos históricos y culturales, Ucrania representa para Rusia un interés geopolítico. La isla de Taiwán, hoy un país soberano e independiente, es reclamada por similares razones como parte del territorio chino.
A las demandas políticas y la presión global (que ha llevado a la mayor parte de los países del mundo a no reconocer formalmente al gobierno de Taipei) se sumó en los últimos años una creciente coacción militar.
Subrayando la creciente tensión sobre su país, el ministro de Defensa de Taiwán anunció que el pasado domingo China voló 39 aviones de combate sobre su zona de defensa aérea en un nuevo intento de provocación. La ocupación marítima en las aguas circundantes también se ha intensificado. Puede que allí tenga lugar el principal campo de batalla del Siglo XXI.
Beijing tiene mucho por ganar si Putin obtiene una victoria (política o militar) en Ucrania. Si Estados Unidos y la OTAN aceptan al menos algunas pocas demandas, eso podría interpretarse como una muestra fehaciente del declive del poder occidental. Resultará natural preguntarse cómo respondería Washington, a pesar de sus declaraciones, frente a maniobras similares en el Mar del Sur de China o sobre la propia Taiwán.
Ucrania podría ser el puntapié para reflotar esferas de influencia claras
La esfera de Rusia sería en la antigua Unión Soviética y la de China, en el este y el sudeste asiático. Un posible dominó de realineamientos tampoco debe descartarse.
Países que actualmente miran a los Estados Unidos por su seguridad, como Japón y Corea del Sur, podrían optar por acomodarse a un nuevo orden dominado por China, reforzando su posicionamiento global como potencia.
Además, por otra parte, aunque la alianza occidental ha amenazado al Kremlin con sanciones “sin precedentes” si avanza sobre Ucrania, cualquier esfuerzo por aislar y castigar a Rusia podría verse socavado por el apoyo de China.
Aunque hace pocos años ambas potencias mantenían una compleja relación de rivalidad y sociedad simultáneamente, la oposición persistente al liderazgo estadounidense ha generado una identidad compartida de intereses mutuos.
Vladimir Putin y Xi Jinping durante una videoconferencia en diciembre pasado.
Los lazos entre Moscú y Beijing se han intensificado durante los últimos tiempos, celebrando cumbres diplomáticas y ejercicios militares conjuntos de forma reiterada, además de una creciente cooperación en la industria de defensa. El presiente chino incluso llegó a describir a Putin como su “mejor amigo”.
Por si esto fuera poco, los medios estatales chinos han respaldado a Moscú al argumentar que la crisis actual se debe a que Estados Unidos “usa a la OTAN como una herramienta para canibalizar y exprimir el espacio estratégico de Rusia”. Más aún, en una llamada telefónica entre ambos presidentes en diciembre, el líder chino apoyó la demanda de Rusia de que Ucrania nunca debe unirse a la OTAN.
Aunque Xi Jinping no tenga injerencia directa sobre el territorio, es probable que China se vea implicada en la crisis en caso de que se resuelvan sanciones concretas sobre Rusia. En contraste con los hechos del 2014, la presión para que Beijing tome partido será mucho mayor, por lo que la decisión de adherirse a las nuevas sanciones occidentales o de ayudar a Rusia a evitarlas se interpretará como una clara señal de sus propias capacidades, influencia e intenciones.