¿Asistimos al fin de exhibicionismo en línea? ¿Ya no soportamos las opiniones ajenas y preferimos las interacciones más privadas? Comienza una nueva era las social media.
Funciones como las Stories y el Círculo en Twitter proponen interacciones más enfocadas.
En la escena digital hay dos revoluciones en ciernes. La primera implica un fin de fiesta: tal como vimos en Las redes sociales ya no serán gratuitas, son cada vez más los servicios online que históricamente se usaron sin pagar un centavo y que ahora tienen variantes VIP con funciones exclusivas. Twitter, Telegram y Snapchat son algunos ejemplos de la tendencia.
La segunda revolución propone un cambio esencial para las redes sociales, que paulatinamente dejan de incitar el exhibicionismo.
Desde la emergencia de Facebook a esta parte, el éxito en las social media se asoció más al volumen de “me gusta” y seguidores que a la generación de vínculos genuinos. Pero una serie de movidas en Twitter, Instagram y WhatsApp apuntan hacia la dirección contraria.
Pareciera que “ya no es natural dejar constancia pública permanente”, señalan en el sitio Xataka en un repaso sobre esta tendencia.
Las redes sociales, menos sociales
El lanzamiento de la función Círculo en Twitter es el botón que sirve de muestra. La propuesta trastorna la esencia histórica de esa red social, permitiendo tuitear para un grupo cerrado en lugar de hacerlo para la comunidad entera.
Círculos en Twitter: las redes sociales se vuelven más íntimas.
“A veces solamente querés conversar con tu gente. Es por eso que creamos Círculo, una nueva forma de tuitear a un público más íntimo”, explicaron desde la compañía en el anuncio oficial.
En la práctica, esta característica permite crear un círculo de hasta 150 participantes. Así, los tuiteros pueden elegir si su mensaje se publica abiertamente (a la usanza tradicional) o sólo para ese grupo. Una opción similar ya estaba disponible en Instagram, con su función “Mejores amigos”.
El contenido efímero, aquellos que desaparecen luego de 24 horas, también se anota en esta movida. ¿Por qué las empresas que gestionan redes sociales incentivan a los usuarios a publicar videos y fotos que no dejan rastro? Una vez más, la búsqueda de más intimidad sirve como explicación. Aunque no sea con una intención deliberada, los usuarios de las social media más reconocidas prefieren que cierto contenido no esté allí para siempre.
Para comprobarlo alcanza con espiar los perfiles de las celebridades con más seguidores en Instagram: por lo general, la grilla fija se actualiza con una frecuencia muy menor a la sección de Stories.
Por cierto, las publicaciones efímeras no son exclusivas de Instagram. También están en WhatsApp (Estados) y Twitter probó los suyos (Fleets), aunque en ese caso no funcionaron y fueron retirados de la plataforma.
La privacidad y la seguridad como argumentos
Ese paso de compartir con el mundo a compartir con los nuestros tiene un contexto: los usuarios de tecnología en general están más atentos a las prácticas que pisotean la privacidad. ¿Cuántos conocían en la primera década de este siglo qué es la comunicación encriptada de extremo a extremo? Ahora, no es un deseable sino una exigencia.
La lógica es multidireccional: las promesas de privacidad refieren a los datos de los usuarios (esos que no se ven) y también al contenido que antes sólo se publicaba en una “plaza pública”, sin matices.
El enfoque también es un reconocimiento de los riesgos que implica publicar contenido sin reservas, desde la divulgación de notificas falsas hasta los discursos de odio.
¿No supimos ser plurales?
Las mencionadas plataformas han ofrecido un campo fértil para la pluralidad, ¿acaso no supimos aprovechar esa apertura? ¿Por qué se han convertido en ámbitos tan ásperos, que ahora la tendencia es a “cerrarse” a grupos menos concurridos?
En diálogo con El Confidencial, la autora de Propaganda digital: comunicación en tiempos de desinformación, Leticia Rodríguez Fernández, observó que las redes sociales no han hecho mucho para acabar con sus aspectos más nocivos y que los “gobiernos también tienen parte de la culpa, porque dejan la ‘verdad’ en manos de empresas que ni siquiera son transparentes a la hora de hablar de cómo actúan”.
Rodríguez Fernández, profesora en la Universidad de Cádiz, en España, comparte una interesante hipótesis acerca del avance de las plataformas menos abiertas: no refiere a la comodidad de los espacios más íntimos, sino a un rechazo (consciente o no) a la pluralidad. “Vamos hacia redes más cerradas porque no aguantamos no tener razón. Igual que cada día es más difícil encontrar a gente que lee dos periódicos para contrastar, se queda con el que confirma sus opiniones y listo”, dice.